Duki está dado vuelta. Patas para arriba, cuerpo arqueado, en las salinas del Norte Argentino. Su cabeza apunta a un cielo que, ahora, quedó debajo. “Siempre miro al cielo, es que eso me obsesiona”, cantará en “Brindis”, la segunda canción, tercer track, de Ameri, su nuevo disco. El fraseo del verso es el mismo que el del anterior pero la forma en la que se presenta lo hace contrastar. Acá la voz de Duki suena por duplicado, una más grave, otra más aguda. Se trata de un recurso de producción clásico que genera expansión, una luminosidad pop que en este caso, además, se amplifica por la oscuridad que deja atrás. Vamos al verso anterior, entonces. Mismo fraseo, distinta forma. Una sola voz, grave, en otro plano, desprovista de conflicto y drama, como si se tratara de un paréntesis, un disclaimer. Duki canta (aclara): “Ya caí al vacío, ya no me impresiona”.
Este es el nuevo Duki. Muy distinto al que hace ya más de un lustro saltaba al mainstream con una canción en la que cantaba, superado por las emociones, la técnica y la tecnología: “Estoy caliente y estoy frío, no se llena este vacío”. Del nihilismo bipolar al revisionismo racional. Una paz mental que en Ameri se traduce en falta de urgencia. Acaso su única falta, una falta que Duki no agencia. Porque todos los dolores los canta ahora en tiempo pasado (“Tu pintalabios me queda perfecto para dibujar mi pasado borroso”) o se los adjudica a un otro (“Era hater y ahora es fan, trastorno de personalidad”). En el presente, lo tiene todo. No tarda ni 20 segundos en contar que se compró “un depto en Miami”, en dos canciones consecutivas cuenta que tocó en el Bernabéu, más números, más billetes. Tiene una canción que se titula “No drama”.
Duki ya le ha cantado a esto muchas veces, claro. Pero todos esos tópicos propios del hip hop (y sobre todo del trap) ya no confrontan con ninguna angustia, también propias del hip hop (y sobre todo del trap). En su momento hasta el materialismo lo desbordaba. Era más de lo que su organismo podía resistir. Transpiraba oro por los dedos, estaba que goteaba. Ahora todo suena bajo control. Todo es cálculo. La nueva versión de “Vida de rock” –ya desde el vamos una reformulación de “Rockstar”-- funciona aquí como ejemplo. Un tema que se había filtrado hace más de tres años en una grabación casera, ahora es actualizada con Milo J como invitado. De los versos originales, desaparecen los que lo tenían mostrando su costado sad boy: “Con el corazón partido / Casi que ya no me río”. Lo que se tiene es costumbre y lo que duele es pasado. Sólido & solidificado. Ameri no fluye porque no hay vacío para que choquen los opuestos, porque los opuestos ya no comparten Tiempo y muy pocas veces Espacio (las baladas de amor son cada vez más únicamente baladas de amor, y los fronteos son cada vez más únicamente fronteos).
Está todo tan en su lugar que nada sorprende. Hay una profesionalización de audio que en lugar de enfatizar los extremos, anula uno de ellos (el valle, en términos acústicos y también metáforicos). Ameri es, según él, un punto de llegada, y así suena su música: como el reposo después de haber llegado a una habitación tan repleta de cosas que no hay forma de salir ni de circular. Duki ya no tiene nada a lo que escapar o nada a lo que enfrentarse. Si hasta a sus enemigos les desea el bien en un estribillo con más destino de Bresh que de bajofondo. Su actual “Hago un brindis por mis enemies, espero que este año les vaya bien / Quiero verlos en su mejor estado, hay que competir, y si no, ¿con quién?” carece de la violencia y crudeza de los que unos años antes fue uno de sus flows más ásperos de su carrera: “Shout-out pa' todos esos que hablan mal de mí / Bendiciones pa' mi hermano y pa' mis enemies / Vamos a ser leyenda como Zeppelin”.
Entre todas las cosas que tiene, Duki tiene también ki. Ahí en el nombre, casi como una predestinación, pero también lo tiene en sus letras. “Cápsula del tiempo para subir el ki”, dice en “Nueva Era” pero también en canciones pasadas como “Flex Like Trunks” y tantas otras. La referencia le viene a Duki de Dragon Ball Z. El ki es la energía con la que se cargan los personajes para combatir. Y es un concepto que atraviesa toda la filosofía oriental; para los chinos el equivalente es qi y su significado puede traducirse (así lo hace Francois Cheng) como “Soplo”. Se trata de un soplo vital, una energía que empuja a la creación y la acción. Remontado al origen, el qi solo puede existir a partir de la Nada, de un Vacío que permite ese Soplo primordial que a su vez da origen al resto de las cosas. Para que se arme ese flujo, tiene que haber un espacio que lo permita. Y tiene que haber, necesariamente, un lugar para la pérdida. En Ameri, Duki perdió su abismo. Hay uno que se atravesó y eso siempre favorece la dinámica, pero no se enfrenta a uno nuevo y ahí su an-qi-losamiento. Hasta él mismo lo canta: “¿De qué va a hablar mi canción si se calma ese dolor que me daba inspiración? ¿Hace cuánto dejé de ser ese pibe soñador encerra'o en su habitación?”. Por eso no se le escucha la excitación de tener ni tampoco de la posibilidad de perderlo. Del hedonismo depresivo (“El corazón lo perdí adentro de la mansión”) al hedonismo autorrepresivo: lo que se tiene es tanto que no llega a desarrollarse porque no tiene el espacio para hacerlo. Su ki elevado pero comprimido, envasado al (pero sin) vacío.
Duki está dado vuelta. Patas para arriba, cuerpo arqueado, en las salinas del Norte Argentino. Todavía es un Hombre en el centro de la triada que completan el Cielo y la Tierra, como plantea la lectura confuciana del Ying y el Yang. El Ser que camina con la luz en sus brazos y la oscuridad sobre (no a) sus espaldas. Pero Duki está dado vuelta. Su sombra quedó arriba suyo, ahí dónde debería ir el aura. Y él no la ve, porque está patas para arriba, cuerpo arqueado, en las salinas del Norte Argentino. Es la contorsión de un hombre obsesionado con mirar el cielo y sin interés de interactuar con una nueva oscuridad. Por suerte, nadie vence la gravedad (aunque en “Cine” cante “La gravedad del asunto es tanta que rompe leyes física”) por mucho tiempo. Solo hay que desear un próximo movimiento.